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La primera vez que probé la carne de la muerte
sentí el sabor de la sangre
y el crujir de los huesos...
juré ese día que no moriría.
La primera vez que probé la luz de la luna
sentí su brillo en mi vientre
y su salvaje ternura
juré ese día que caminaría de noche.
Publicado por
Miguel Gonzalez
en
23:51
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